De perdidos al río o un guiri simpático por Rascafría

No os voy a mentir, yo no soy una persona que normalmente haga rutas por las montañas. Crecí al lado del lago Balatón en el que lo más común era hacer vela, nadar o jugar en la orilla. Pero, recientemente, le estoy cogiendo el gustirrinín a esto del senderismo. Aunque, como veréis más adelante, todavía soy un poco paquete y me pasan cosas que… Bueno, si queréis saber lo que me pasa os recomiendo que sigáis leyendo esta crónica de mi primera excursión “larga”.

La semana pasada hacía un tiempo extraordinario, casi 20 grados centígrados. Eso es algo raro en enero, incluso en España. Cómo teníamos un poco de tiempo libre, Ana, yo y unos amigos decidimos ir de excursión a Rascafría, un pueblo pintoresco en la Sierra de Guadarrama. Rascafría es conocido por el Real Monasterio de Santa María de El Paular, construido a finales del siglo XIV, de estilo gótico-barroco con influencias mudéjares; y  por sus piscinas naturales llamadas Las presillas. Estas piscinas naturales se encuentran ubicadas en el cauce del río Lozoya y, en verano, ofrecen refresco a los visitantes que buscan mitigar el calor de las altas temperaturas estivales. A veces, quizás demasiado refrescantes, tengo que añadir. La primera vez que me metí en sus aguas, se me helaron los pulmones (era agosto y hacía 40 grados).

Como somos nuevos en esto del senderismo, nuestros amigos nos sugirieron tomar la ruta hacía la Cascada del Purgatorio ya que es un camino tranquilo con una elevación máxima de 200-300 metros al lado del río. Eso sí, el recorrido era de 15 kilómetros en total, lo que a mí ya me parecía un reto. Llevábamos agua, fruta, un bocadillo serranito delicioso -que si no habéis probado antes os lo recomiendo- y unos dulces para mantener nuestro nivel de energía. Cómo mi familia me conoce, cuando les comenté que iba a hacer la excursión, también me sugirieron llevar deportivas y calcetines de recambio, por si acaso. Empezamos la ruta desde el centro del pueblo paseando durante 2 kilómetros hasta la primera piscina atravesando el puente del Perdón. Es un puente de piedra precioso que se construyó en el siglo XV y que recibe este nombre porque, durante la Edad Media, en este lugar se hacían apelaciones a los juicios y los presos en muchas ocasiones recibían allí el perdón del juez.

Rascafría

Después de medio kilómetro de haber pasado el puente, subiendo la caminata al lado de las presillas de las que he hablado antes, llegamos a una bifurcación dónde se podía elegir entre dos rutas. Nosotros decidimos girar a la izquierda dejando atrás el camino de asfalto. Nuestros amigos, que tenían más experiencia que nosotros, dictaban el ritmo de la marcha. A mí me parecía un poco rápido, pero ellos estaban decididos y no bajaban la velocidad. Tras tres cuartos de hora de marcha forzada, llegamos a la primera cascada y a nuestro primer descanso. Yo, como buen guiri que había salido por primera vez a la naturaleza, saqué mi teléfono y empecé a hacer fotos del bosque y de la cascada. El lugar era espectacular, lleno de vegetación, árboles altos, rocas, aire fresco y el ruido relajante del agua bajando por el curso del río. No me podía sentir mejor, ya me veía en mi siguiente excursión por los Pirineos como todo un experto. En esos momentos bucólicos, tan felices y despreocupados ocurrió mi desgracia. Al bajar de una roca pisé una zona de hojas que desde arriba parecía sólida, sin embargo, al pisarlas me di cuenta de que las hojas eran la tapadera de un charco de 20 centímetros de profundidad en el que mis pies se sumergieron con tan mala suerte que perdí el equilibrio y caí al suelo estrepitosamente. A esto hay que añadirle que no pude evitar que el resto del grupo viera mi caída, con el móvil en la mano. Como os podéis imaginar, tuve que aguantar todo el cachondeo. Menos mal que mi familia me conoce y que me había recomendado llevar las deportivas de recambio, si no, tendría que haber hecho el resto de la excursión con los calcetines y las zapatillas empapados.

Después de mi gran actuación, seguimos con nuestra marcha hasta la cascada del Purgatorio. El camino era precioso porque en toda su trayectoria nunca nos separamos del curso del río que estaba a la sombra de un bosque denso y rodeado por las montañas de la Sierra de Guadarrama.

Además, al ir entre semana tampoco había mucha gente haciendo la ruta, tan solo algunas familias con niños pequeños disfrutando del buen tiempo y la naturaleza después de las Navidades (sí, niños pequeños haciendo esta ruta que para mí era un reto). Tras otro buen rato, el camino comenzó a hacerse más cuesta arriba y pedregoso. Esto significaba que cada vez estábamos más cercar de la cascada. Y así fue, logramos llegar al objetivo de la caminata: la Cascada del Purgatorio, un salto de agua de más de 10 metros de altura. La pudimos contemplar desde un mirador que estaba situado justo en frente. Era muy bonita y relajante. Estoy seguro de que en más de un vídeo de meditación de Youtube sale la foto de esta cascada.

Rascafría

Nos quedamos allí un rato, hicimos una parada para tomarnos otro bocata y coger fuerzas y emprendimos la marcha para volver al punto de partida. Al llegar al pueblo, nos tomamos unas cañas. ¡Menos mal que el bar todavía estaba abierto!

 Si estáis en Madrid y tenéis un día libre os recomiendo salir de la ciudad para ir al noroeste y visitar Rascafría. Durante el verano, para daros un baño refrescante en las piscinas y, durante el resto del año, para disfrutar de la naturaleza y explorar el valle del Paular.  Eso sí, no os olvidéis del recambio de zapatillas y calcetines, os pueden salvar el día.

Balazs

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