Al pasar por la calle, mil recuerdos de la infancia pasaron por mi mente. Los jardines con flores y bien cuidados no tenían nada que ver con aquellos patios de entonces del barrio en el que me había criado.
Cuando yo era pequeña, esas casas no tenían jardín sino más bien un patio pequeño. Eran casas de dos plantas, pequeñitas y con una arquitectura bastante sencilla. Mi casa era de color azul, mi hermana y yo compartíamos un cuarto en el piso de arriba. El dormitorio de mis padres estaba en frente y la cocina bajando las escaleras a la derecha. En el salón, había un sofá, una mesa para comer y una televisión.
Mi hermana, mayor que yo, solía escaparse por la ventana para salir con sus amigos.
Do you have questions?
Recuerdo una noche en particular:
– Elena, ¿adónde vas?
– ¡Shh, pequeñaja! No hables tan alto que vas a despertar a mamá y a papá.
– Pero ¿adónde vas?
– A dar una vuelta, Sofía. Pero no le digas nada a papá y a mamá, no seas chivata.
– Yo no soy ninguna chivata, nunca les cuento nada, pero no me parece bien que vayas con tus amigos. Mañana tienes un examen.
No le dije nada a mis padres, no tuve que hacerlo. Mi hermana, por entonces, se creía muy lista, sin embargo, mis padres siempre la pillaban. Sobre todo, esa vez, que se fue sin llaves de casa y tuvo que llamar al timbre.